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De cómo la vida sigue y nos tenemos que ganar el pan después de las catástrofes sean reales o de ficción.
He
querido analizar el paralelismo entre las afirmaciones catastrofistas del fin
del mundo, según los mayas y los de
algunos políticos fracasados, radicales o “nazi-onalistas” que han venido
levantando polvaredas a lo largo de este largo 2012 con la insana intención de
tapar sus vergüenzas, sus errores de gestión o el expolio que algunos de sus
allegados han llevado a cabo en los años de vacas gordas.
De la
misma forma que las sucesivas leyendas apocalípticas sobre el fin del mundo han
dado paso al día de después en el que todos, incluidos los más fieles
creyentes, vislumbran un día siguiente, resacoso y molesto en el que de nuevo
sale el sol y… la vida sigue; de esta misma forma, la vida sigue después de las
duras medidas de ajuste que los gobiernos, nacional, autonómico y local se han
visto obligados a llevar a cabo para parar la sangría en que se había convertido
la economía española, que pasó de acompañar a la crisis global a encabezarla
con la mayor elegancia.
Estoy
seguro de que los peor ya pasó, que el mundo no se acabó en 2012 y que los
ajustes no llevaron a la catástrofe total que algunos políticos jaleaban, sino
que fueron la amarga medicina de un mal desbocado, que después de esta algunos
ya hemos aprendido y que otros seguirán en sus trece.
Me
atreveré a pronosticar los siguientes movimientos que indicarían que las cosas
cambian de veras en ese día después, de esos que los europeos ya hemos vivido
muchos, no sólo crisis, sino también terribles guerras y la buena noticia es que de todas hemos
salido.
Los
siguientes movimientos en la política económica del gobierno, si esto fura así,
deberían ser los siguientes:
1.- Ley
de transparencia, que pusiera luz y
taquígrafos en las cuentas de todos los organismos públicos sin excepción,
incluidos los partidos políticos y los sindicatos ya que los ciudadanos
queremos saber a dónde van a parar nuestros impuestos.
2.- Una
política de tolerancia cero con el fraude y la evasión fiscal, acompañada de
campañas de concienciación, políticas de lucha contra el fraude, investigación
de cuentas en paraísos fiscales y persecución de la economía sumergida de
perfil bajo, o sea de aquella gente que cree que su actividad sólo puede
sobrevivir defraudando, facturando en negro.
3.- Reducción de impuestos indirectos en
una primera fase y de impuestos directos en una segunda para activar de forma
directa la economía y de ayudar a la lucha contra el fraude.
4.-
Completar la reforma financiera,
incluyendo un cambio valiente y serio de la ley hipotecaria, ya que España es
de los pocos países del mundo que tiene una política hipotecaria tan leonina
con el deudor hipotecario. Si otros pueden hacerlo, nosotros también.
5.- Fomento directo del autoempleo con
exenciones fiscales durante el primero o primeros años a los emprendedores ya
es más rentable subvencionar a emprendedores que subsidiar a parados. Y en la
misma línea apoyar con reducción de los pagos a la seguridad social a las
empresas que contraten a parados de larga duración o en situación de exclusión
social.
Una vez
acometidos estas complejas pero útiles políticas de estímulo de la economía, la
recuperación de la confianza de los ciudadanos y de los mercados hará el resto,
permitiendo recuperar lo que nunca tuvo que perderse:
La inversión en I+D+i, el poder adquisitivo de
las pensiones, una educación y formación de calidad, y tantas otros elementos
de bienestar, sacrificados para tapar los errores de los tiempos en que los
fondos europeos regaban nuestro país y en lugar de gastarlos en
infraestructuras, industria y empleo lo gastamos en ladrillos.
Pero yo
creo, aunque en contra de los pesimistas declarados que hay un día después del
fin del mundo y una luz, que no está al final del túnel, sino que la encendemos
nosotros, que está en nuestras manos, en las nuestras, no en las de los
políticos o banqueros y que podemos empezar hoy mismo a marcar el punto de
inflexión en la curva del ciclo económico que nos lleve hacia la salida del
pozo.
Gabriel Padial